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Encuentros con defensores de derechos humanos

Oscar Carupia

Líder comunitario Embera Eyabida, Departamento de Chocó

Retrato: Verónica Giraldo Canal, 2012. 

29 de Agosto 2012


Cuando yo era niño, en los años 1970, los indígenas Embera Eyabida y Dobida éramos los únicos en nuestro territorio, en la zona norte del Departamento de Chocó. No teníamos un resguardo basado en la ley: solo era el territorio donde habían vivido nuestros abuelos. Alrededor del año 1980, empezaron a llegar campesinos, a tallar la selva para hacer potreros y a prohibirnos circular en nuestro territorio. Luego, en 1985, también empezaron la medición para que la Vía Panamericana pase por nuestro territorio. Por todo eso, decidimos en 1988 conformar legalmente un resguardo. Un señor llamado Joselito fue elegido Gobernador y me eligieron como Secretario General, porque yo era el único que podía leer y escribir un poco el castellano. Eso era porque mi Mama me había mandado a hacer un mes de escuela en el Departamento de Antioquia. Mi Papa no era de acuerdo, porque decía que yo iba a desconocer a mi cultura. El solo me enseñaba a hacer lo nuestro: a sembrar, pescar, casar. A los dos años ocupé los cargos de Fiscal de la comunidad y en fin de Gobernador.

 

Un día, los colonos nos convocaron a una reunión para tratar del territorio. Llegamos unos quince Embera, y tuvimos la sorpresa de ver que también eran presentes miembros de un comando de la guerrilla. Todos se burlaban de nosotros porque yo era el único que podía hablar el castellano, y no lo hablaba muy bien. Nos preguntaron porque habíamos constituido un resguardo y uno nos dijo que los Indígenas no necesitan más que un metro de tierra para que uno les entierre. Éramos todos muy asustados y yo me quedé callado. Hubo un debate entre ellos y otro guerrillero dijo en fin que nuestro territorio era protegido por la Constitución. Yo me animé y les hablé para defendernos, porque yo había intentado leer la Constitución antes aunque no entendía todo, y fue así que nos dejaron ir. Sin embargo, los campesinos convocaron a más colonos para que se establezcan en nuestro territorio, porque temían que les sacáramos.


En el 1995, fui elegido como miembro del Consejo Municipal del municipio de Acandí para representar mi comunidad par un termino de tres años. Un día, los paramilitares urbanos me cogieron, me amenazaron con sus pistolas y me preguntaron durante 2 horas porque yo era ligado a la guerrilla. Me di cuenta después que alguien me registró como candidato de la Unión Patriótica para la elección municipal, cuando yo desconocía este partido. Yo tenía muchísimo miedo y tuve que aclararles que yo solo quería defender a los Indígenas. Por fin entendieron y me dejaron ir, pero me dijeron que si no había sido así, hubieran dejado mi cuerpo muerto en la calle. Este mandato como concejal me permitió aprender varios decretos y artículos de ley. Me capacitó mucho para seguir defendiendo nuestros derechos.


Después de eso fui elegido como cabildo mayor de la Asociación de Cabildos Indígenas Kuna, Embera, Katío (ACIKEK), y viajaba hasta Medellín y Bogotá para reuniones y asambleas para que yo represente las nueve comunidades de la Zona Norte del Departamento de Chocó. Yo hablaba de la situación territorial al gobierno, porque muchos eran invadidos por colonos a pesar de haber sido titulados por el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (INCORA). Esos problemas siguen existentes hasta hoy, especialmente en los resguardos de Tanela y Cuti. En este último caso, casas del corregimiento de El Gilgál fueron construidas a dentro del resguardo. Los terratenientes nos decían a veces que eran dispuestos a devolvernos las tierras si el INCORA les compraba, pero eso no sucedió.


En los años 2000, empecé a denunciar ante las autoridades todo lo que estaba pasando en nuestro territorio: la invasión por colonos, la Vía Panamericana, la línea eléctrica, la minería, la tala de bosque. Para cada denuncia ante la alcaldía o las autoridades departamentales, yo tenía documentos. Eso hizo que cuando me apoyó la Comisión Colombiana de Juristas, pudimos presentar la acción de tutela frente a los tribunales en Bogotá. Después, me llevaron a España, Italia, Francia y Bélgica para que dará mi testimonio sobre lo que estábamos sufriendo. Fue una muy buena experiencia par mi comunidad y me dio mucho sentido de libertad. El problema es que los Gobernadores de la comunidad no entendieron muy bien lo que era una acción de tutela o el fallo de la Corte Constitucional. [En su sentencia T-129 de 2011, la Corte Constitucional ordena que se suspendan varias obras en el territorio ancestral de la comunidad.] Como la situación no ha mejorado, todavía están buscando soluciones para que las autoridades nos escuchen al nivel local.


Durante todo este periodo, mi situación era muy complicada y sufrí amenazas de todas partes. El ejercito, la policía y los paramilitares decían que yo era guerrillero, y la guerrilla decía que yo era paramilitar e informante del ejercito, cuando yo solamente defendía a mi gente. Tuve que quedarme tres años enteros escondido en Chidima sin salir. Una vez, cuando llegó la noche, sentí que algo era diferente con el ruido de los animales y la forma del viento. Dije a mi esposa que era mejor para mi de pasar la noche afuera y salí a esconderme en la selva. La luna era llena, yo escuchaba a los rumores de los tigres alrededor mío, y en la mitad de la noche llegaron otra vez los paramilitares. Les vi entrar a mi casa y preguntaron a mi esposa donde me encontraba. No se porque, pero algo me salvó esta noche. Eran años muy difíciles. A veces pasaba días aguantando la lluvia, los mosquitos y el hambre. A veces lloraba y quería suicidarme. La noche, el viento, los arboles, el sonido del río, todo eso me daba fuerza y yo pensaba: “Si por la causa nuestra tengo que sufrir esta persecución, yo seguiré luchando hasta la última consecuencia.” Yo decidí: “Así como están cantando los animales nocturnos y los pájaros, algún día tendré que salir para dar mi testimonio sobre lo que me ha pasado por querer defender a mi comunidad.”


Mi señora, mi familia y mi comunidad era muy preocupada y decían: “¿Cuando tendrá usted descanso? ¿Que va a pasar con usted?” Finalmente un día no aguanté y el 16 de febrero 2011, decidí salir de mi comunidad de Chidima y de trasladarme a la ciudad de Quibdó. No fue una decisión fácil, porque mi mujer se había muerto y yo tuve que traer tres de mis hijos aquí para educarles solo. Mi estrategia es de seguir acompañando a mi comunidad espiritualmente y mentalmente desde la ciudad, y de transmitir cualquier información a las autoridades para ellos. Sin embargo, he tenido aquí llamadas a mi teléfono por personas que se identificaron guerrilleros y quienes me dijeron que yo tenía que ir a mi zona para resolver problemas. También he escuchado que habían personas preguntando para mi en la ciudad, lo que me ha tenido preocupado.


Yo quisiera vivir sin persecución y regresar a mi resguardo para seguir defiendo a la comunidad. Yo he pensado que si vivo en la ciudad, es como olvidar a mi comunidad, abandonar mi forma de vivir, mi cultura, mi forma de comer, de pensar como Indígena Embera Eyabida. Por eso he decidido retornar a mi comunidad el año próximo. Si la comunidad quiere, estoy dispuesto a retomar un cargo como líder. Una de las dificultades es que no se si debería llevar mi hija a la comunidad conmigo, para que ella no olvide lo que es lo nuestro, o si elle debería seguir estudiando el bachillerato en la ciudad de Quibdó para poder un día ser también una defensora de nuestro territorio. Estoy pidiendo sabiduría y conocimiento a los espíritus para poder tomar esta decisión. Un otro problema es que no tengo los recursos económicos suficientes para el viaje hasta mi comunidad. Si Dios y la Naturaleza lo permitan, yo seré asesinado cuando regreso. Sino, será la muerte natural que me llevará. Si el espíritu me sigue acompañando, se reconocerá más tarde que solo soy luchando por lo que es nuestro.


Desde los años 1970, cambió mucho nuestra cultura Eyabida y Dobida. Con la presencia de los colonos, los jóvenes piensan que nuestra cultura se debe dejar por atrás. Por eso los mayores tenemos que dar el ejemplo a los jóvenes. Sin territorio, nosotros no podemos vivir bien. Antes el río era grande, con pescado, y ahora el agua se esta acabando. Frutas silvestres, fauna, flora se están perdiendo. El Indígena sin agua, sin bosque, sin plantas medicinales, no es Indígena. Hoy, el proyecto de Vía Panamericana y la minería fueron calmados por la acción de tutela que presentamos, pero siguen los problemas de invasión del territorio, de talla de bosque y de siembra de coca por los grupos armados. Por ejemplo, existe ahora un cementerio de los resguardos de Chidima y Pescadito que dejaron afuera de los resguardos titulados. Es muy triste porque es rodeado por potreros de vacas. Siempre hemos luchado para que los colonos no tallen los arboles en el cementerio, porque allá están los sabios enterados y los espíritus. Por eso pidamos la ampliación del resguardo. 


Yo siento que en Colombia hay mucha discriminación en contra de los Indígenas. La Constitución habla muy bonito, pero no se esta cumpliendo nada de lo que dice y de lo que hay en las leyes. Siento que los jueces no siempre entienden la realidad nuestra y todavía no se ha visto la protección de nuestro territorio en la realidad. Se impone proyectos de empresas colombianas o internacionales sin reconocer a las autoridades indígenas, a los sabios, y a nuestros territorios. Yo creo que se deberían organizar más reuniones con representantes del gobierno que desconocen a las comunidades indígenas para que respeten los derechos para los cuales mucho de nuestra gente han dado su vida. 


Mi sueño para las comunidades indígenas de Colombia es que dejen de realizar megaproyectos en nuestros territorios sin consulta de las autoridades, y que nos dejen vivir como vivíamos anteriormente, andando en la selva sin que nadie nos diga que no podemos pasar por aquí, que tenemos que educarnos, que civilizarnos, que aprender de otro mundo. Quiero que nos dejen nuestra manera de pensar y de proyectarnos, y que nuestro territorio sea libre de los proyectos del gobierno: minería, megaproyectos, líneas eléctricas, carreteras, bombardeos. Quería que el gobierno nos apoyara en nuestros propios proyectos. Sueño que tengamos tranquilidad, que respeten nuestra cultura.


La lección más grande que la vida me ha aprendido es que, a pesar de todo lo que tiene que sufrir y sacrificar un líder indígena para que lo respeten un poquito, uno tiene que seguir viviendo su cultura para que los niños sepan como hemos luchado y que hagan lo mismo. Así seguiré luchando hasta la última consecuencia. Hoy, gracias a Dios y a la Naturaleza y a las organizaciones que me han dado la mano, tengo una vida mejor. Importa que las organizaciones internacionales que nos han apoyado hasta aquí no nos abandonen y que las comunidades indígenas de Colombia no se queden solas. Espero que más gente en los diferentes países del mundo conozcan la situación de los lideres indígenas amenazados para apoyarnos.

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